Mascha Kaléko (Tres maneras de estar sola, Inmaculada Moreno ed., Colección Poesía Universal 18, Ediciones Renacimiento, 2012) es una antología de una poeta
de lengua alemana. Su nombre originario fue Golda Nalka Aufen. De familia
judía, nació en 1907 en Chrzanów, una localidad de la Galitzia polaca (la zona
sureste del país, entonces parte de Austria-Hungría). La Gran Guerra provocó la
marcha de la familia a Marburgo (1916) y dos años después a Berlín. Esta es la
ciudad de su juventud y la que marca a la autora de por vida. Allí publica sus
dos primeros poemarios. La llegada del III Reich, sin embargo, conlleva la prohición
de su obra y finalmente su exilio en Estados Unidos, adonde marcha en 1938 con
su segundo marido, el músico Chemjo Vinaver, y el único hijo que tuvieron,
Steve (que nace el año anterior y muere joven, en 1968, a causa de una
pancreatitis).
En Estados Unidos la poeta
trabaja como traductora y como ayudante de su marido. Pero también publica, en
1945, otro libro de poesía en alemán, y a partir de 1955 hace visitas
esporádicas a su querido Berlín. En 1959 Chemjo y Mascha se instalan en
Jerusalén por los intereses profesionales de él, aunque ella se encuentra en
una sociedad desconocida y de lengua ajena. Sigue haciendo viajes a Alemania.
En Berlín y Düsseldorf se publican nuevos poemarios suyos. Finalmente, mientras
regresaba de un viaje berlinés, enferma y muere en Zurich en 1975.
El libro aporta las versiones
originales de los poemas seleccionados y su traducción en versos castellanos,
más una breve introducción, a cargo todo ello de Inmaculada Moreno Hernández,
que se ha dejado llevar en la elección por su gusto personal, pero ha buscado
también representar la paleta general de colores de Kaléko. Y además de esto, Inmaculada
Moreno ha vertido las poesías en auténticos poemas en español, cuidando
reproducir, de una lengua a otra, el ritmo y las asociaciones de versos
mediante rimas asonantes y otras calculadas repeticiones.
La antologista ha dividido el
material en tres grupos temáticos: 1. “La reflexión y la ironía”, con los
poemas más meditativos, a los que no falta el soslayo irónico; 2. “La nostalgia”,
con los tonos más elegíacos; y 3. “Los amores”, donde se retrata a sí misma la
mujer enamorada. Entre los tres bloques temáticos hay, no obstante, líneas de
trasvase. Porque toda la poesía de Kaléko está transida de dos sensaciones
predominantes, la nostalgia y la soledad, y está llena a la vez de sus guiños
irónicos.
Los avatares de la vida de Kaleko
hacen que empiece a sentir muy pronto la añoranza de la patria perdida. Pero sus
nostalgias se asientan a la vez en razones más profundas: “Esta añoranza por la vieja patria / es sólo (¡quién no lo sabía ya!) /
un tercio de nostalgia de la tierra / dos tercios de los años que se van”.
Es el tiempo, y es el carácter mismo de la vida. Y tiene un trasfondo de
diálogo y queja para con Dios: “Tú y yo,
Dios querido, / sabemos ambos / que el mundo aún no estaba listo”. De esta forma, la vida no es un
juego cualquiera, es algo que “se juega
en soledad” (Man spielt es alleine).
El “Monólogo del emigrante” lo dice todo: Ich
habe manchmal Heimweh. / Ich weiβ nur nicht, wonach... (“Tengo nostalgia algunas veces / y yo no sé
de qué...”).
Y por este camino, la patria verdadera
de Kaleko viene a ser, en el fondo, su lengua —el alemán—, como dice Inmaculada
Moreno; o incluso el amor, como dice la propia Kaléko: “Extranjera, muda en regiones extrañas, / me helé de frío en los años
lúgubres. / Como patria me elegí el amor” (Zur Heimat erkor ich mir die Liebe). Y el amor se apasiona (“Para
alguien”), se contradice, se queja (“Solo para voz femenina”). Pero también
—como el pájaro Pihi, de una sola ala— no deja de saberse condenado a un final
(Ich wuβe, daβ ein Ende so beginnt...,
“Supe que algo empezaba a terminarse / y
es que nunca volvemos a encontrarnos / aquello que se nos destina”). Comunica
así de nuevo con la soledad y con la nostalgia: Wie umbarmherzig ist das Wort: Gewesen, “¡Qué despiadadas son las palabras «Ha sido»!” (palabras estas
oportunamente finales en la antología).
La ironía está reservada por la
autora con frecuencia para el final de las estrofas (“Melancolía de alguien
solitario”) o de los poemas. Estos golpes finales constituyen a los más breves
de ellos en auténticos epigramas de gran profundidad: “Un sabio francés dijo en una ocasión: / nadie es nunca feliz en la
tierra, / se acuerda uno sólo de haberlo ya sido / y a serlo de nuevo se
entrega”. Las ironías, las paradojas (Unsinn
und Sinn, “Lo absurdo y el sentido”; Vorsicht
– vor der Vorsicht!, “¡Precaución – ante la precaución!; Glück und Unglück, “Dicha y desdicha”)
están al servicio del consejo experimentado (“A mi hijo”) o de la misma mirada
melancólica (Und alles fragt, wie ich
Berlin finde? / —Wie ich es finde? Ach, ich such es noch!, “Y todo me pregunta cómo encuentro Berlín /
—¿Cómo la encuentro? ¡Pero si aún la busco!”).
Kaléko cuidó con detalle la forma
de sus poemas: la rima, el sonido (Nichts
als dich selbst kannst du darin noch sehen, “No podrás ver con él nada más que a ti mismo”, en “La luna del
espejo”). Con fruto acude a recursos clásicos: la extensión del poema viene
asida por oposiciones repetidas (Die
Andern sind das weite Meer. / Du aber bist der Hafen, “Los otros son la mar abierta, / pero tú eres fondeadero”, Die Andern sind das bunte Meer, / Du aber
bist der Hafen, “Los otros son mar de
colores”...); o también por la anáfora (como la de Einmal möcht ich..., “Quisiera...”).
Algunos poemas se cierran cíclicamente: —Einmal aber sollte man... (Siehe oben!), “Por una vez tendría... (¡ver arriba!)”. Y en otros ese ciclo se
altera con toda intención: Die Zeit steht
still. Wir sind es, die vergehen, “El
tiempo está parado / somos nosotros los que transcurrimos” (...) Die Zeit steht still. Wir sind es, die
enteilen, “El tiempo está parado. /
Somos nosotros los que huimos”.
Estamos ante una
poeta digna de lectura reposada y una estupenda antología. Terminaré con una cita, la de una estrofa memorable (del “Monólogo del
emigrante”):
Die Nachtigallen wurden stumm,
Sahn sich nach sicherm Wohnsitz um.
Und nur die Geier
schreien
Hoch über Gräberreien.
“Los ruiseñores han enmudecido,
buscan una guarida más segura,
y sólo buitres gritan
por encima de hileras de
sepulcros”.
3 comentarios:
Mi más sincera admiración por el análisis profundo y acertadísimo de la poesía de Mascha Kaléko.
Muchísimas gracias
Gracias a ti. ¡Qué suerte la de Kaléko al llegar al español!
Muy acertadas tus apreciaciones
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