sábado, 5 de marzo de 2016

Salida de clase

Drosz

Estos días sale de clase a última hora de la tarde, un momento cada vez más claro a causa de la huida del invierno, pero siempre en la fría frontera entre el sol ya ausente y la noche en ciernes. Lleva en la cabeza los textos a los que han dado vueltas en el aula: breve et irreparabile tempus / omnibus est vitae.

Mientras los grupos de alumnos se dispersan en variadas direcciones y pasan los autobuses con aspecto de regresar por fin a casa, roto ya el navío, unos sones conocidos se extienden entre los árboles del jardín. Se van y vuelven; se mantienen en el aire cantando al grande fin que aspiro. Es la banda del barrio que ensaya para la Semana Santa: timbres aislados y desacordados, agudos intentos cada vez más seguros, y en los últimos días la marcha final conjunta con repique de tambores:
 un día puro, alegre, libre quiero.

Mientras anda el breve espacio que hay hasta el garaje, cruza junto a la banda que ensaya. Le asombra lo jovencísimo de los chicos y sus apariencias ya para él extrañas; y su empeño, sujetando con una mano la partitura contra el viento. Con el paso de los días se siente la confianza. Últimamente ellos forman un gran corro, con las fundas de los instrumentos por el suelo y las bicicletas contra la muralla. Debido al frío y a las prisas, él se decide a cruzar por medio. ¿Qué pensarán de un maduro señor con maleta y sombrero? Ante el peculiar espectador, el solista se esmera en su final y en seguida el coro -"ahora entramos", dice el corifeo sin casi pronunciarlo- abre como un fogón contenido de pujantes clarines: un día puro, alegre, libre quiero.


Finalmente consigue emboscarse en la entrada del garaje y recorre el mar con la mirada hasta el horizonte. 
Mientras baja al sótano se eleva el llanto agudo de la trompeta, una y otra vez, como un niño inconsolable en esta noche: Ya huyo y me retiro / de cuanto simple amé: rompí los lazos. / Ven y verás al grande fin que aspiro, / antes que el tiempo muera en nuestros brazos.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

He disfrutado mucho con su lectura. Felicidades, profesor.

Gonzalo dijo...

He disfrutado mucho con su lectura. Gracias y felicidades, profesor.

Eduardo del Pino dijo...

Gracias a mi lector

Concha Pizarro dijo...

Acertada y bella reflexión sobre la vida y el tiempo, enmarcada en una escena cotidiana en la que la música sintetiza ese llanto existencial y continuo del hombre. Yo también creo, Sr.profesor, que es breve, pero tenemos la fortuna de gozarlo intensamente gracias al arte. Su relato es una muestra de ello, Gracias por compartir su sensibilidad.