domingo, 24 de febrero de 2019

De estaciones y viajes




Pensaba que las estaciones de transporte habían acompasado su vida, haciendo el papel de espacios bohemios entre sus desplazamientos de un deber a otro.

En el tiempo que pasaba esperando en la Estación solía comprar un periódico y leerlo por completo. Luego lo tiraba a la papelera, deshecho y arrugado, como era en general el entorno: las paredes descascarilladas por años de abandono, los pasos arrastrados del personal indolente y colas de personas hechas a la resignación.

Los descuideros, las mujeres, paseaban como si vivieran allí. Y ciertamente por las noches el lugar permanecía abierto e insomne, hasta amanecer con un aspecto desaliñado que se mantenía ya el resto del día, sin alcanzar nunca un minuto de esplendor. Cuando por fin subía en el autobús, un cierto olor a moqueta sucia, a cuerpos vivos, entraba en su mente y no lo abandonaba en todo el día.

No hay comentarios: