sábado, 23 de abril de 2016

El legajo R.B. Ms. II/2119





Al abrir las páginas del legajo me llega el aroma de otros años, de otros años míos y no solo míos. De un hombre que muere y deja sus cosas muy bien ordenadas, de los siervos hercúleos del Conde-Duque entrando en sagrado, de un carretero que espera a la puerta para llevarlas lejos, de los lustrosos armarios de la biblioteca real de Felipe V.

Yo estoy bueno a Dios gracias, passo la vida en mis estudios, y honestos entretenimientos traduciendo algunas cosas que merezcan el trabajo, y otras veces componiendo algo

Los dobleces del papel pueden deberse al peso del insomnio. La luna tan alta debía de invitarlo al recuerdo y la endeblez de la tinta revela un asalto en el corazón: No se maraville vuestra merced que he sido (al parecer de las mismas damas que amè en el tiempo passado) gentil y honesto enamorado, y porque dixe damas, no fue todo en vna misma tierra, fue en Francia, Alemannia y Italia, de suerte que no fui inconstante, que quien mudava Cielo, bien podia mudar amores...

Al principio de su vida lo había guiado la fama o una cierta ambición: estoy en tomar habito largo -decía-, no por ambicion ni deseo de mas, sino por tener mas comodidad para seruir a su Magd. a quien sera mas oportuno darmela de aquella manera que desta con mill occasiones que aca y alla se offrecen cada dia de cosas que las lleua gente incognita e inutil y ya me paresce que tengo razon. Y sí, quizás había tenido razón. Hasta entonces le había soliviantado el desprecio, la porfía por puntillos de honra o nacimiento, y el despecho le hacía escribir yo hago mi papel y represento.

Ahora ya no. Imagino al autor torcido en la mesa. No es tan mayor como para el lamento. El frío lo rodea: 
me veo afligido con serios catarros y llevo ya para leer unas lentes circulares sobre mi nariz, que soporta las albardas en su lomo docil, porque si mi vista se negase a usarlas, iria tropezando y seria quiza la risa de la gente. Por fin está hecho a la sonrisa; y a la austeridad también: Quanto a mi hazienda, es tal, que no me puede dar sino de habitar y bever; el habitacion no serà mala para quien ha tanto peregrinado; el bever viene a punto a quien ha vivido entre Franceses; de suerte que no tengo de comer, porque vea vuestra merced que hazienda puede ser la que no da de comer, ni puede ser comida...

Y ya sus sentimientos se hacen otros mientras está a punto de enviar la carta: Deseo tener algo  para retirarme aì, y yà comiença a venir el bien, si hallaremos casamiento a nuestro proposito, tomaremoslo, y sino viviremos mas descansadamente con nuestros estudios, dejè de representar, mientras menos rico mas libre soy, pues cuanto mas ligero es el bagaje del caminante, tanto mejor puede llevarlo, lo mismo que desprenderse del.

Al salir de la biblioteca me parece caminar distinto, como si me viera a mí mismo desde muy arriba, y a la calle toda, y a mi oscura pensión, donde habita el frío cuando entra la noche.

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