domingo, 12 de mayo de 2013

El arte de la afirmación



Querido Lucilio:

Si vales bene est, quia sic ego valeo. Te doy noticia de unos días especialmente intensos, los últimos vividos. No sé si decir que todo ha girado en torno a la retórica, intersección de tantos saberes.

Antes de ayer despedí al profesor Maurizio Campanelli, de la Universidad de Roma La Sapienza, que estuvo en la nuestra principalmente para dictar una conferencia sobre el concepto y la imagen de la ciudad, centrados en cómo fue descrita Roma por el Medievo y por el Humanismo. Consuela comprender que todavía en occidente una buena disertación despierta el interés de tantos y un disfrute general que es parte de la construcción de nuestro mundo. El saber sigue siendo prenda preciosa. Por eso La Sapienza mantiene tal prestigio.

Campanelli trató paso por paso, publicación por publicación, imagen por imagen, cómo fue la visión de Roma en la Edad Media, una visión tan idealizada que resulta en fantasía (hoy diríamos en una Roma virtual). Luego, el Humanismo mira a la ciudad, poco a poco, de manera distinta, más real, la forma palpable en que el tiempo la había dejado. Se imponía una instauratio, una renovación de aquel cúmulo de ruinas, y eso fue el Renacimiento.

Desde luego, cada época y cada corriente de pensamiento ha visto a la ciudad en general (a la "polis") según su forma peculiar de entender. Y así unos artistas insisten en las calles solitarias, otros en los grandes monumentos, otros en las noches frecuentadas, otros en el arrabal. Estas visiones han informado tanto la imagen de algunas ciudades que ya es difícil descubrir su ser vital bajo la representación de la cultura: Roma, París, Praga o Budapest, Viena, Londres, Nueva York.

Y eso es, Lucilio, algo que he descubierto en otra disertación memorable, la de la profesora Inmaculada Moreno al ser recibida en la Academia Santa Cecilia. Ha tratado de la negación del amor y de otras negaciones (la del hombre en sí como centro, la de la naturaleza como su marco mejor) en el arte y la cultura del pasado siglo XX. Estos actos son una celebración de esa retórica que tanto tú como yo, a pesar de la diferencia de edad, hemos estudiado. Parecen querer demostrar estos actos que la retórica, bien entendida, no reseca la producción sino que es fuente siempre de vigor.

Un discurso bien estructurado, sobre todo ante públicos no especializados, es garantía de éxito. Porque los discursos se dan para ser entendidos. Y eso une al auditorio. Pero de todas formas, esta reflexión proviene del nivel de sincronía en el discurso, el de todas las partes que se presentan en un mismo acto comunicativo. Además de esto, se veía (la autora misma lo declaró) que en la elaboración diacrónica del discurso toda la reflexión había surgido de la profunda comprensión de la autora sobre formas culturales diversas en torno al movimiento llamado die Neue Sachlichkeit, la Nueva Objetividad. Rem tene, verba sequentur, recomendaban nuestros mayores: si dominas el tema, las palabras salen. Este es el caso que nos ocupa, en el que el discurso parte del dominio que la autora tiene de literaturas en diversas lenguas, y de formas artísticas variadas. Es llamativo en esta escritora su capacidad para entrever ese hilo que une a la pintura, a la poesía y a otras artes, y para ver su corriente más profunda que se desplaza entre tiempos y países.

En estas disertaciones es fundamental (y en esto, Lucilio, nos aventajan mucho a los antiguos), el uso apropiado de las imágenes. La autora ha tenido el acierto de incluir entre ellas una selección de textos en versión original y con traducción propia. Y salta a la vista el logro reiterado de la traslación de la emoción poética de una lengua a otra. Rem tene, verba sequentur. En estas traducciones las palabras salen, saltan y bailan, de una manera especial, ajustada, de sonido nítido, bella (net, dicen los alemanes). Y es que bajo todo esta  construcción se intuye no sólo la formación de una profesora, sino más aún la calidad de una gran poeta. Retórica y poesía, tú lo sabes, se dieron la mano desde el principio, y aquí no hay más que bendecir la unión.

Por otra parte, el discurso de recibimiento por la Academia, a cargo del profesor Juan José Iglesias Rodríguez, su completa comprensión del problema y la cabal exposición de la acogida, dan muy buena noticia de qué cenáculo acoge a la nueva académica. En estos actos se honra a las personas que ingresan, y se honra también la misma institución que recibe.

Lo que más me ha gustado, Lucilio, ha sido la forma atrevida con que la autora ha usado la peroratio final de su discurso. Cuando se conoce la retórica y se lleva dentro, la innovación tiene premio seguro: en este caso ha sido el de abrir la puerta a otra mirada necesaria sobre el arte moderno, no el de la negación del amor y otras negaciones, sino el de la afirmación del amor y otras afirmaciones tan fuertes que son búsqueda de nuevos caminos. Es decir, la visión de la autora no se ha cerrado sobre sí misma, sino que queda entreviendo cómo se anuncian nuevas semillas para esos temas de siempre de la cultura: el ser humano, la naturaleza, el amor; los temas del hombre.

Plausus. Hay pocas formas tan humanas de mostrar los hombres reunidos su entusiasmo. Y así durante siglos. Un largo aplauso es la mejor muestra del éxito logrado, de la unión del auditorio, de su agradecimiento por haberse enriquecido en común.

4 comentarios:

Inmaculada Moreno dijo...

Es cierto que muchos alabaron la estructura del discurso; lo que pocos saben es que, precisamente, los consejos que la ponente (es decir, yo) siguió para organizarlo procedían del autor de este blog, como consta en el apartado de agradecimientos del propio discurso.
Un saludo, maestro.

Mora Fandos dijo...

Buenísimo todo, ¿sería posible conseguir los textos de los profesores Campanelli y Moreno? Beatus erit!

Eduardo del Pino dijo...

Claro que sí, aunque tendrás que tener paciencia. El texto del prof. Campanelli aparecerá en la revista "Calamus renascens" del Instituto de Estudios Humanísticos, que edita un número anual.

El texto de la profesora Moreno aparecerá en las Actas de la Academia Santa Cecilia del Puerto de Santa María. No conozco la periodicidad, pero probablemente se pueda ver en la web de la Academia.

Saludos.

Mora Fandos dijo...

Gratias tibi, Eduarde. Expectabo igitur. Vale.