martes, 30 de abril de 2013

Roma renascens: tres notas de lectura

Querido Lucilio,

Es maravilloso recorrer la literatura y ver cómo las ideas y sus expresiones nacen, se desarrollan, rebotan y se van transformando de una época a otra y de una lengua a otra. Hace poco que leí y usé, como muestra del influjo de Roma en la literatura áurea hispana, un famoso soneto de Quevedo ("Buscas en Roma a Roma, ¡oh, peregrino!"). Al poco, un profesor me señaló el modelo exacto de Quevedo: un poema latino renacentista de Ianus Vitalis Panhormitanus publicado en sus Illustrium Poetarum Carmina por Gabriele Giolito en Venecia (1554): Qui Romam in media quaeris novus advena Roma... ("Tú, último visitante, que buscas a Roma en plena Roma..."). La visión de Roma, con los restos ruinosos de la magnífica antigüedad asomándose apenas en explanadas de tierra, polvo, barro; las casas medievales incrustadas en templos; es una visión que ha inspirado largamente a la poesía de tono elegíaco (pensemos en la Canción a las ruinas de Itálica de Rodrigo Caro, entre nosotros). Pues bien, ese tema nace (se constata por primera vez) en el tono elegíaco de los capítulos dedicados a Roma por Poggio Bracciolini en su libro De varietate fortunae (1448).
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Otro asunto llamativo, Lucilio, es cómo el Renacimiento surgió en buena parte del retorno del papado a Roma, después del largo periodo de Avignon, y del espíritu de revancha con que lo vivieron los romanos (después de siglos de ostrogodos, bizantinos y demás). Cuando se mira de cerca, hay muchos renacimientos distintos: qué diferente es el de Italia y el Mediterráneo con respecto al de Flandes y centroeuropa. En cada ciudad tiene su tono. En Roma todo acaba en una fecha para nosotros tan temprana como 1527, a causa del saqueo de las tropas de Carlos V.
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En fin, Lucilio, el Renacimiento no es una repetición de la jugada. Los humanistas no querían sólo recrear el mundo antiguo. Querían hacer uno nuevo partiendo de donde llegó aquel. En todo hay un movimiento que parte de la imitatio y llega a la aemulatio. Ahora me doy cuenta de que este es el movimiento que Curtius llamó "Überbietung" (sobrepujamiento).

3 comentarios:

Mora Fandos dijo...

Qué bonita es la filología, ¿verdad?, permite ver las continuidades y discontinuidades, el sentido de la tradición.

Eduardo del Pino dijo...

Es verdad, pero muchas veces me da la impresión de que hay que ser precavido. El punto de vista exclusivamente filológico puede agostar el gusto por la lectura sin más, la emoción que llega fresca del autor al lector. Hay que buscar un punto medio.

Mora Fandos dijo...

Certe! Las dos actitudes son necesarias. De todos modos, una vez evitado un enfoque filológico "intelectualista", del que va a por datos, que el lector haya incorporado en su lectura una sensibilidad filológica de intuir el paso del tiempo o la historicidad del texto, no lo veo reñido con la frescura de la lectura. Un lector con este tipo de bagaje puede hacer una lectura "a primera vista" muy rica y fresca. Es un asunto apasionante el de la lectura.